Las
desigualdades basadas en el género afectan, entre otros al ámbito laboral. La
división tradicional del trabajo estableció que a las mujeres les estaba
destinado el hogar y el cuidado de la familia y a los varones el trabajo fuera
del hogar. No obstante, la Revolución Industrial trajo consigo el surgimiento
del trabajo femenino e infantil en la industria, dado que la fuerza fue
reemplazada por la máquina, que igualaba los niveles de productividad sin
importar la fuerza física.
Muchas
mujeres han ido ocupando espacios en el mundo laboral, aspirando a ser
reconocidas como trabajadoras en igualdad de condiciones con los varones, sin
embargo, aun hoy en día, existe la discriminación por razón de sexo en el
trabajo: el salario medio de las mujeres sólo llega al 72-88% del promedio
salarial de los hombres. Esta discriminación no se produce únicamente porque a
igual trabajo aún hay muchos lugares en que a las mujeres se les paga menos,
sino que también afecta a las mujeres porque ellas no siempre tienen las mismas
oportunidades de ascenso o beneficios laborales que los varones.
El 7 de junio de 1968 las trabajadoras de las máquinas de coser de la planta de Ford en Dagenham
(Reino Unido) iniciaron una huelga por sus derechos que marcó un antes y un después en la disputa de la discriminación
laboral por razón de sexo e hizo que se aprobara la primera ley por la igualdad
salarial en el Reino Unido. La huelga, liderada por cinco mujeres con Rose
Boland a la cabeza, cuando las maquinistas de la
planta de Ford en Dagenham dejaron su puesto de trabajo, siendo seguidas por
sus compañeras de la planta de Halewood. Estas mujeres cosían fundas de
asientos y como se acabó el stock, la huelga tuvo como resultado final el cese
de la producción de coches.
En aquella
época era común que las mujeres cobraran menos que los hombres,
independientemente de la cualificación que sus puestos de trabajo exigieran y
el motivo de la huelga en la planta de Ford fue que hubo una recalificación en
los puestos de trabajo de la empresa y a las mujeres se les adjudicó la
categoría B (trabajos de producción menos cualificados) frente a categoría C
(puestos más cualificados), y que se les pagaría un 15% menos que a los hombres
incluidos en la categoría B.
Tras la
intervención de la Secretaria de Estado para empleo y productividad, la huelga
terminó con el acuerdo de aumentar la paga ¡un 8% por debajo de la de los
hombres! y, aunque se solicitó también que se revisara el sistema de
categorización, no fue hasta que las mujeres hicieron otra huelga de seis semanas
en 1984 que se las ascendió a categoría C.
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