La mutilación genital
femenina (MGF)consiste en la eliminación total o parcial del tejido de los
órganos genitales femeninos, particularmente el clítoris, con el objetivo de
eliminar el placer sexual de las mujeres, considerando razones culturales o religiosas
pero no de tipo médico. La principal consecuencia para las afectadas es la
pérdida casi total de sensibilidad y el trauma psicológico. Hay mujeres que
mueren desangradas o por infección en las semanas posteriores a la
intervención, ya que ésta se realiza casi siempre de manera rudimentaria con cristales, cuchillos o cuchillas de
afeitar por curanderas o mujeres mayores, y nunca en centros sanitarios. Se
considera un violación de los derechos humanos de las mujeres y de las niñas y
las Naciones Unidas han abordado el tema como una prioridad entre los Objetivos
de Desarrollo Sostenible, marcando como referencia el año 2030 para acabar con
esta práctica.
Casi 3 millones de
niñas son sometidas a la MGF cada año y aunque la práctica se concentra
principalmente en África (Somalia, Egipto, Mali y Gambia) y Oriente Medio,
también se ejerce en otros países de América Latina y Asia, y persiste en
poblaciones emigrantes que viven en Europa Occidental, Norteamérica, Australia
y Nueva Zelanda.
En nuestro país, viven
69.086 mujeres originarias de países en los que está extendida esta práctica,
de las que 18.396, el 16 %, son menores de 14 años. La mayoría están
en Cataluña (donde residen más de un tercio), Madrid y Andalucía, aunque
es importante resaltar que la mutilación no se produce en territorio español
sino cuando las familias vuelven de visita a su país. Es entonces
cuando las abuelas, habitualmente encargadas de la
iniciación de las niñas, aprovechan para realizarla. "Nos cuesta
entenderlo, pero desde la empatía vemos que las madres lo hacen por
amor", cuenta Neus, antropóloga y coordinadora de la fundación
Wassu-UAB, que actúa para la prevención de la MGF.
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